Juan Gabriel Vasquez - El ruido de las cosas al caer

EL AUTOR



Juan Gabriel Vásquez (Bogotá; 1973). Estudió Derecho en su ciudad natal, en la Universidad del Rosario, y después de graduarse, partió a Francia, donde se instaló en París (1996-99). Allí, en La Sorbona se doctoró en Literatura Latinoamericana. Luego se mudó a un pequeño pueblo de la región de Ardenas, en Bélgica. Después de un año de vivir allí, Vásquez se instaló en Barcelona, donde reside hasta hoy. (Leer artículo Wikipedia).

Entrevistas
Entrevista con el autor en Radio Exterior de España


CONTEXTO





























EL RUIDO DE LAS COSAS AL CAER





4 comentarios:

  1. "(...) imaginé a un hombre que sale de una cárcel bogotana.. y que mantiene su salida en secreto para sorprender a alguien, una especie de Wakefield al revés.." (pág 27)

    Wakefield es el protagonista de un relato del mismo nombre de Nathaniel Hawthorne. Lo podéis leer en esta dirección http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/hawthor/wakefiel.htm

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  2. NOCTURNO III, POEMA DE JOSÉ ASUNCIÓN SILVA (1865-1895) -- (pág. 46)

    I
    Una noche,
    Una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de músicas de alas,
    Una noche
    En que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
    A mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda y pálida,
    Como si un presentimiento de amarguras infinitas
    Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
    Por la senda florecida que atraviesa la llanura
    Caminabas.
    Y la luna llena
    Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
    Y tu sombra
    Fina y lánguida,
    Y mi sombra
    Por los rayos de la luna proyectadas,
    Sobre las arenas tristes
    De la senda se juntaban,
    Y eran una,
    Y eran una,
    Y eran una sola sombra larga
    Y eran una sola sombra larga
    Y eran una sola sombra larga...

    II
    Esta noche
    Solo, el alma
    Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
    Separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia,
    Por el infinito negro
    Donde nuestra voz no alcanza,
    Mudo y solo
    Por la senda caminaba...
    Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
    A la luna pálida,
    Y el chillido
    De las ranas...
    Sentí frío; era el frío que tenían en tu alcoba
    Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
    Entre las blancuras níveas
    De las mortuorias sábanas,
    Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte
    Era el frío de la nada,
    Y mi sombra,
    Por los rayos de la luna proyectada,
    Iba sola,
    Iba sola,
    Iba sola por la estepa solitaria,
    Y tu sombra esbelta y ágil
    Fina y lánguida,
    Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
    Como en esa noche llena de murmullos, de perfumes, y de músicas de alas,
    Se acercó y marchó con ella
    Se acercó y marchó con ella...
    Se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
    ¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas...
    ¡Oh las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!...

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  3. "Imaginé una ciudad en la que las calles, las aceras, se van cerrando poco a poco para nosotros, como las habitaciones de la casa en el cuento de Cortazar" (pág. 66)

    Se refiere al cuento "Casa tomada" recogido en Bestiario (1951). Lo podéis leer en esta dirección: http://www.lainsignia.org/2001/enero/cul_031.htm

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  4. "Yo os contaré que un día vi arder entre la noche... dice un poema de Aurelio Arturo... (Pág. 255)

    Ciudad de Sueño
    Yo os contaré que un día vi arder entre la noche
    una loca ciudad soberbia y populosa,
    yo, sin mover los párpados, la miré desplomarse,
    caer, cual bajo un casco un pétalo de rosa.
    Muros que yo formé con mi sangre hecha esfuerzo,
    puertas al sol doradas que elevé a mis espaldas,
    ciudad de mil mujeres de ojos dorados, brazos
    lentos y bocas rojas que en su silencio cantan.
    Así como en la sombra desciende una cabeza
    al fondo de una idea, rápida como piedra,
    aquella ciudad loca, oh rúas de mi júbilo,
    se hundía en silencios duros y en soledades negras.
    Ardía como un muslo entre selvas de incendio,
    y caían las cúpulas y caían los muros
    sobre las voces queridas tal como sobre espejos
    amplios…¡diez mil chillidos de resplandores puros!
    Y eran como mis mismos cabellos esas llamas,
    rojas panteras sueltas en la joven ciudad,
    y ardían desplomándose los muros de mi sueño…
    ¡Tal como se desploma gritando una ciudad!

    (Aurelio Arturo, 1906-1974)

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